
Al masticar una galleta se aplica una fuerza, al escupirla otra. Ambas implican un movimiento y un trabajo. La energía cinética en esta masa al estrellarse contra la pared se convierte en sonido, calor u otra manifestación.
El espectador posiblemente sienta una ligera sensación de asco, “se le revolverá el estomago” y al suceder esto habrá de nuevo un movimiento, logrando de esta forma la conservación de la energía cinética.