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Tal vez una de las funciones del arte
sea la evocación, el revivir.
Paul Thek (1)
Jean-Pierre Léaud alias Henri Boulanger quiere poner fin a sus días.(2) Contrata a un sicario.
Hernaín Bravo se apodera de la huella digital de un vagabundo. Le pide a un detective que investigue el pasado del hombre.(3)
En Belo Horizonte, en 2005, João Castilho y Miguel Rodríguez Sepúlveda pagan, sin darse a conocer, los servicios de tres investigadores privados. Cada uno tiene por misión seguirle la pista a ambos artistas y entregar un reporte de sus hechos y milagros. Se supone que tales relaciones pormenorizadas habrán de revelar qué buscan Castilho y Rodríguez Sepúlveda. En realidad, Castilho le muestra su ciudad a Rodríguez Sepúlveda, quien la descubre por primera vez. Así, un poco al azar, sin plan preconcebido, recorren la capital de
Minais Gerais, tomando fotos aquí y allá. Los detectives, por su parte, intentan hallar cierta lógica en los movimientos y las acciones de ambos comparsas. La descripción hecha por el primero de ellos resulta ser la más interesante, pese a –o quizá debido a– que la persona en cuestión no siguió a los artistas, sino que inventó de pe a pa su periplo. A fin de cuentas, el relato traduce su propia visión de la ciudad, breve reporte cargado de sus prejuicios y opiniones personales sobre tal o cual barrio ocupado por tal o cual población.
De manera más prosaica, he aquí el contenido de uno de esos relatos:
RELATORÍO
CASO MIKE
No dia 25 de outubro de 2005. o mesmo fora acompanhado desde a rua Colombia 241 Belo Horizonte a partir de 12:30 h., quando deixou a residência do sr. Castilho que o acompanhou, ambos foram a rua da Bahia na loja Fujifilm (reveladora de fotos; estacionaram o veículo gol no estacionamento da referida loja como retratado. Permaneceram dentro da loja 40 minutos. aguardando revelaçâo de fotos. Em seguida foram à rua Guaicurus centro-Belo Horizonte e adentraram numa casa de prostituiçâo da referida rua. Casa denominada “Brilhante”; permaneceram no local alguns minutos, e seguiram para outra casa de nome “Maravilhosa”.
Às 15:30 h., entraram numa das cabines eróticas. como para a residência (apto) do sr Castilho à rua Colombia.
Confirmado pelas fotos. em seguida às 15:55 h. Voltaram obs. nos dias 20 de outubro quinta-feira e 24 de outubro segunda-feira, o
investigado não foi localizado para acompanhamento.
Belo Horizonte, 26 outubro 2005
Única investigação
Rua Goitacazes 43, sl602 Centro / B.H.
030.422.873/0001-80
Contexto Brasil es pues un ensayo fotográfico sobre Belo Horizonte comentado por voces bajo contrato, cuyos textos normalmente confidenciales son divulgados en un gesto inusual por quienes los encargaron. ¿Qué nos dice Contexto Brasil de la práctica artística de Miguel Rodríguez Sepúlveda? Que no siempre actúa solo, que su acción lo conduce en ocasiones al sur de México, a otras latitudes. Que la fotografía es una de sus técnicas predilectas y que implicar a actores a priori externos al mundo del arte es uno de los modos de producción a los que recurre en ciertos casos.
Todos estamos llenos de obsesiones. El artista hace profesión de las suyas haciéndolas visibles, audibles, ocasionalmente palpables, rara vez olfativas, nunca o casi nunca gustativas. En el caso de Rodríguez Sepúlveda, resulta fácil identificar algunas recurrencias, entre las cuales destaca la de cuestionar mediante diversos procedimientos qué significa pertenecer a una nación. Es difícil discernir dónde empiezan y dónde terminan respectivamente la identidad personal y la pertenencia al grupo, de tan imbricadas y contaminadas entre sí; ambas forman el armazón de la obra de Rodríguez Sepúlveda.
Exceptuando la actividad del artista dentro del Taller multinacional, con la participación de Fernanda Mejía, Victoria Narro e Irving Domínguez, el proyecto Emergía constituye hasta donde sé, la segunda obra desarrollada en colaboración. Rodríguez Sepúlveda y Fernanda Mejía organizan la primera sesión de una serie compuesta por nueve en total –hasta hoy– el 28 de octubre de 2007, en Caracas. Cada vez, las modalidades de operación son idénticas: los símbolos nacionales más populares o elegidos como tales de las naciones donde se organiza el performance son pintados directamente sobre la piel de la espalda de personas que corren en su lugar hasta lograr que Joule produzca su efecto y torne irreconocibles las figuras negras sobre fondo color carne. Seis videos fueron realizados en Venezuela en 2007; en uno de ellos, vemos el retrato del Libertador arrastrado por el sudor de un corredor esmirriado. Gruesas hojas de papel de dibujo son aplicadas sobre los trasuntos en descomposición. Los dibujos obtenidos resultan cada vez más abstractos y cada vez menos entintados. Rodríguez Sepúlveda y Mejía reinciden en Quito, el 13 de mayo del año siguiente, en la Galería El Container de El Pobre Diablo y luego, el 15 de noviembre del mismo 2008, en el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá. No es sino hasta el 7 de febrero de 2009 cuando el performance ya ampliamente probado acomete contra ocho símbolos emblemáticos de la República mexicana. El acontecimiento se lleva a cabo en el Museo Experimental El Eco, que reabrió sus puertas al público y al arte contemporáneo el 7 de septiembre de 2005, una vez que la Universidad Nacional Autónoma de México adquirió ese edificio, concebido y realizado por el artista mexicano de origen alemán Werner Mathias Goeritz Brunner. Goeritz lo había terminado e inaugurado en 1953. Los íconos nacionales puestos a prueba son ocho en total: La Virgen de Guadalupe, El Santo, El Escudo Nacional, El Chile, La Catrina, Tonatiuh, Pedro Infante y Emiliano Zapata. Todos sin excepción habrán de ver sus contornos emborronados hasta volverse irreconocibles. Al final de cada carrera, una mancha negra atravesada por escurrimientos verticales se extiende de entre los omóplatos hasta la cintura –e inclusive más allá en ocasiones–; de esas manchas habrán de conservar la huella los papeles aplicados en cada ocasión sobre la piel.
Belo Horizonte el 5 de agosto de 2009 y Sao Paulo el 23; Rosario el 27 de octubre del mismo año, Córdoba el 10 de noviembre y Buenos Aires el 27 completan las sesiones de Emergía realizadas hasta la fecha.
El esfuerzo de las generaciones pasadas ha forjado los símbolos nacionales. Miguel Rodríguez Sepúlveda los borra a través del esfuerzo. “Nada se pierde, nada se crea, todo se transforma” es uno de los fundamentos de la física y Emergía es una aplicación de esa ley científica. Si Marcel Duchamp estimaba que la vida de una obra de arte duraba a lo mucho veinte años, ¿qué decir de la longevidad de un símbolo nacional? ¿Acaso remitir a Pedro Infante al panteón mexicano no equivale en realidad a petrificarlo y enterrarlo definitivamente?
Que quede claro que el punto no es saber si Miguel Rodríguez Sepúlveda predica o no el abandono de esos símbolos nacionales. Es un hecho, sí, que los convoca y juega con su vulnerabilidad. Adulados en cierta época, cabe prever que un día desaparezcan y se unan a la cohorte de los mitos trasnochados destinados al olvido. ¿Qué es un símbolo nacional, si no una imagen, un trasunto, un vestigio de usos y costumbres propios de una población particular, un personaje público, cantante, actor, deportista, revolucionario, entre otros, que en vida hizo soñar a las multitudes? Su vida es dada en ejemplo a los ciudadanos del momento con el fin, entre otros beneficios, de intentar unificarlos en una nación. Cada época produce sus íconos. Frutos de un esfuerzo colectivo, esos símbolos federadores constituyeron antaño valores en cuya defensa uno estaba dispuesto a dejar incluso la vida.
En nuestros días, al igual que ayer, matarse unos a otros por cuestiones de plata sigue siendo una de las actividades preferidas de los seres humanos. Si bien en la mayor parte de los casos el resultado es diferido, la dinámica permanece intacta. No sorprende entonces que Rodríguez Sepúlveda haya comenzado una serie de obras en torno a la moneda conmemorativa del Bicentenario de la supuesta Independencia Mexicana4 el mismo año en que, en compañía de Fernanda Mejía, dio inicio a la serie de acontecimientos intitulada Emergía.Le guste o no a Elias Canetti,5 en el fondo, la identidad de una nación, una vez descartado su pasado histórico y folclórico, se resume en casi todos los casos en su moneda. Entre 2007 y 2009, doscientas monedas de plata de un vigésimo de onza cada una son frotadas por Rodríguez Sepúlveda sobre doscientos paneles de papel de pvc de 91 centímetros de alto por 61 de ancho cada uno. Intitulada Serie Plata Libertad Papel Moneda (200 espejos de Plata Libertad), la serie completa forma un muro de espejos opacos hechos de polvo de plata. En 2010, el artista visual pule una moneda conmemorativa de plata de un kilo hasta hacer desaparecer por completo todo motivo. Lo que uno distingue es la propia imagen, en lugar del tradicional Ángel de la Independencia, cuando acerca el rostro a ese grueso disco de metal brillante.
Idéntica labor de borradura de aquello que expresa la identidad oficial de un país cabe en ambos casos estudiados: las obras agrupadas bajo los títulos genéricos de Emergía y Plata Libertad constituyen una empresa coherente de borrón emancipador –o de cómo deshacerse del atavío colectivo para recubrir o hasta descubrir quién es uno–. Plata Libertad, una vez efectuado el tardado y laborioso trabajo de erosión, nos tiende un espejo propicio a la reflexión. El que la plata de la que están hechos esos espejos provenga de los despojos de los signos de pertenencia nacional es un hecho cargado de sentido, aún más simbólico si tomamos en cuenta que vivimos una época de una codicia inaudita, en la que cada uno de nosotros es identificado más que nunca con su haber antes que con su ser. Invitarnos a definirnos de otra manera, mediante algo que no sea lo que poseemos económicamente hablando, es quizá el sentido de todos esos largos esfuerzos. Y, mirándolo bien, ¿no suena el título Plata Libertad un poco como un oxímoron?
Rodríguez Sepúlveda intenta ver más claramente aquello que nos constituye en realidad. Nos sugiere distinguir lo que somos y lo que creemos pensar por nosotros mismos de aquello que la presión social, la pertenencia al grupo –sea cual fuere–, nos llevan a abrazar cual si dependiese de nuestra autoridad. A fin de cuentas, todos nosotros somos víctimas de efectos de espejo normalizadores. Es así como, nuevamente en 2007, esta vez llevado por un ánimo decimonónico de taxonomía, Rodríguez Sepúlveda produce fisionomías colectivas, fundiendo entre sí obras maestras de la pintura clásica y obteniendo de esa manera el retrato de un hombre que contiene todos los retratos masculinos y el de una mujer que resulta de la suma de 43 retratos femeninos distintos. Aplica el mismo método de apilamiento a 67 retratos de hombre que datan del Renacimiento y a 73 retratos de mujer. Al año siguiente, le toca a la fotografía ser sometida a ese tratamiento: Narcisos, Nuevoleonés promedio, reúne siete retratos fotográficos obtenidos al empalmar retratos de habitantes del estado de Nuevo León.
Un movimiento pendular de lo colectivo a lo particular y viceversa anima las indagaciones de Rodríguez Sepúlveda, por lo que no es casual que, justo cuando produce esas compilaciones de retratos, recomponga también los rasgos desaparecidos de Juan Carlos Martínez Alvarado, un amigo fallecido en 2006. Los cinco retratos que componen la serie Juanito, elaborada entre 2007 y 2008, fueron realizados con las cenizas conservadas tras la cremación del cuerpo de Martínez Alvarado. Entregadas por la familia al amigo artista, fueron mezcladas con agua y utilizadas por Rodríguez Sepúlveda para restituir la imagen del amigo desaparecido.
Valiéndose de esa primera experiencia, Rodríguez Sepúlveda publica un anuncio clasificado en un diario colombiano en 2008 y recibe en entrega las cenizas de la cremación del cuerpo de doña Rosa, con las que pinta dibujos color sepia. La irresistible persistencia de la memoria reúne hasta hoy unos cincuenta paisajes tropicales, poblados de palmeras, así como retratos de doña Rosa y de sus hijos.
Ese interés por el individuo y esa desconfianza hacia la identidad colectiva se halla retrospectivamente implícita en las primeras obras de Rodríguez Sepúlveda y, entre otras, en Huella, fechada en 2004: para reforzar su singularidad, el artista se hiere voluntariamente el dedo antes de dejar su huella digital en su credencial de elector. Ese mismo año, lleva a cabo un levantamiento topográfico de los lunares de su espalda así como de los que salpican el rostro de Fernanda Mejía. Produce luego una imagen simétrica del rostro de Mejía en la que cada lunar presente en el lado izquierdo de la cara tiene su equivalente en el lado derecho y viceversa. En vez de borrar esas famosas señas particulares, Rodríguez Sepúlveda por el contrario las aísla y dirige nuestra atención hacia aquello que constituye la unicidad de cada cual.
En 2010, remedando la marcación con tinta indeleble que suele usarse durante las elecciones o cuando se nos concede el acceso reservado a un club que está de moda, Rodríguez Sepúlveda confecciona un sello cuyo texto va a contrapelo de la famosa presunción de inocencia, sin la cual toda justicia se torna rápidamente problemática:
TODOS SOMOS CULPABLES AUNQUE
SE DEMUESTRE LO CONTRARIO
Michel Blancsubé
Skärhamn, septiembre de 2011
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Notas:
1 Catálogo de Paul Thek. Artista de artistas. Obras y procesiones de 1958-1998, Documenta Artes y Ciencias Visuales S.L. / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, 2009, p. 100.
2 Contraté a un asesino a sueldo, película de Aki Kaurismäki estrenada en 1990.
3 Hernaín Bravo, Antes de nada, en el catálogo: antes / después, Caja Blanca, México, 2010, pp. 141-153.
4 Jean-François Boyer, “Et le Mexique cessa d’être indépendant”, Le Monde diplomatique, marzo de 2011. Mera coincidencia quizá, pero la edición impresa en francés de este suplemento mensual ya no se consigue en México desde la publicación de este artículo.
5 En Masa y poder, publicado en 1960, Elias Canetti identifica, entre otras naciones, a Alemania con sus bosques, Inglaterra con su dominio de los mares y Francia con su revolución.