Miguel Rodríguez Sepúlveda
Poco puedo decir al respecto de este personaje, solo espero que tenga algo que ver con lo que ustedes podrán percibir de el.
Pocas veces lo he visto producir, específicamente hablando del momento en que trabaja físicamente en algo, pareciera que su mirada y su mente estuvieran siempre alerta rastreando y seleccionando el mundo, sustrayéndole pequeños detalles que se convierten en accidentes en su cerebro y se vuelven abismos en su obra. Al tiempo, y de regreso de este abismo trae consigo (por no decir puesto) un resultado; tal vez solo la experiencia, o un registro de esta. Una anécdota que contarnos con la cual nos hace reír o nos reta jugando con nuestra perplejidad agarrastrandonos a su deriva.
Es chido. Oye esto!! “Que tal si te reto a poner nuestros brazos uno junto a otro y en el limite dejamos caer una colilla de cigarro. Yo quiero entrar a Big Brother para poder hacer una película con Rafael Inclan. Sabes, hace dos años hice unos videos con unos amigos y todo era tan sencillo como pararse frente a la cámara y hacer algo: en uno me dieron de cachetadas hasta que me puse rojo y en el otro me la pase oliéndome las axilas.”
El cuerpo es una de sus obsesiones. El limite que nuestra piel y defectos nos imponen, la manera en que estos nos determinan y significan cuando concentramos nuestra voluntad en procurar evidenciarlos para… ? ¡Para no se que! (no soy Miguel) creo que es para liberarse de ellos, de la barrera simbólica que nos implica una marca en la piel; marca que nos identifica como un extrañoysingularsujeto entre tantos extrañosysingularessujetoscualquieras.
El autorretrato del niño mosca vuela y se multiplica y sonríe en el mismo vacío donde una figura de mujer aparece y se imprime y se repite de un cuadro a otro, de una serie a otra sin cambio sustancial que no implique esta peculiar danza entre la sonrisa y la mujer (a veces una muchacha, casi una niña también). Allí todo se suspende solo el anhelo o la picardía subsisten, solo nada.
Las cosas cambian y en sus diarios escribe Si, es cierto, soy un pendejo.
Tal vez mañana nos invite a comer de si mismo, carnitas de si mismo y también se siente a degustar del antropofágico platillo preparado con cuidado, a dieta de jugos y tortas gladiador; engordándolo y adelgazándolo hasta obtener la textura ideal para los trozos de si mismo, para ofrecérsenos y participar del prójimo. Atrapándonos entre el principio, el fin y las posibles simbiosis de nuestros espacios, jugando con la distancia que impondremos a nuestra convivencia.
Así se las gasta El Mike, retándonos y autoretandose ofreciendo el cascaron, comenzando en el punto donde el mundo se vuelve mundo y lo suyo se vuelve realmente suyo.
Ricardo Atl Laguna Ramírez
D.F. junio 2004