¿Qué es lo que ata a estas soledades? ¿Qué es lo que agrupa un momento a unos cuantos seres para separarlos enseguida?
Xavier Villaurrutia, respuesta a una carta de Edmundo Valadés, 1934
Este coloquio de artistas surge de la posibilidad de establecer convergencias entre la obra que realizan sus integrantes sin pasar por alto sus diferencias. Éstas ofrecen la posibilidad a los visitantes de integrarse a la tertulia y preguntar a cada uno acerca de sus procesos, elecciones y sobre los temas que han desarrollado vehementemente en años recientes.
Por su puesto hay vasos comunicantes entre ellos. Pamela Castillo realiza un viaje que comienza en el reconocimiento de la batalla constante y silenciosa entre especies nativas y la mancha urbana para arribar a una mirada que se concentra en los elementos vegetales del paisaje. Por su parte, Enrique Méndez de Hoyos parte de un escenario natural y contaminado para desplegar una narrativa sólo posible después del fin del mundo.
Ante la posibilidad de sobrevivir en lugares llenos de desechos, pero ausentes de ruinas, se puede ligar el trabajo de Abraham González Pacheco. Su obra ha excavado en la historia posrevolucionaria mexicana como si fuera un yacimiento del que se extraen restos arqueológicos. En ellos se amalgama el pasado mesoamericano con los ecos y disonancias producidas por un relato ideológico que soñaba en materializarse cual si fuese una nueva pirámide o un espectacular monolito. Toda representación del pasado está habitada por fantasmas, aunque puede que se trate de la ansiedad que produce lo falible de la memoria. La recuperación de imágenes y espacios del pasado son el punto de partida para Camilo Barboza Soto, quien juega con las capas del tiempo a través de la la intervención plástica desarrollada en sus collage, pequeñas resurrecciones de lo caduco.
Miguel Rodríguez Sepúlveda irrumpe con facsímiles de obras realizadas en la primera parte de su carrera. Todas ellas reproducciones de marcas hechas en su cuerpo, algunas temporales, otras definitivas, pero cada una ligada a un código que abona en configuración de la ciudadanía contemporánea:
Beatriz Díaz abona a la incertidumbre de la mirada en esta reunión de narradores y prestidigitadores con una serie dinámica en la cual confluyen la luz y la ausencia de luz, el ritmo y la abstracción, posibilidades visuales exploradas por las Vanguardias históricas que aún no se agotan.
A un siglo del arranque las Vanguardias en México, me he permitido citar desde el arranque del texto a uno de los diablos mayores de nuestra literatura, quien hizo parte de una generación brillante en cuanto a la renovación de los géneros, sobre todo en el terreno de la poesía, y para quien la singularidad fue una cualidad insobornable, más que valiosa en un época que buscó de modo violento homogeneizar el pensamiento artístico:
Nada más sencillo que hallar una respuesta: la personalidad de cada uno. (…) La libertad es entonces, aunque pueda parecer mentira, el lazo que, al mismo tiempo, nos une y nos separa.
Irving Domínguez, en Nextlicpac de Iztapalapa, Ciudad de México, febrero del 2022.
Artistas: Abraham González Pacheco, Beatriz Díaz, Camilo Barboza-Soto, Enrique Méndez de Hoyos, Miguel Rodríguez Sepúlveda, Pamela Castillo.
Curaduría: Irving Domínguez
Para esta ocasión el artista presenta una puntual selección de obras que destaca un par de los varios ejes que articulan su trayectoria artística. Desde el año 2009 Rodríguez Sepúlveda ha trabajado con dinero como materia prima secundaria de su proceso artístico. Tal definición es reciente y denomina recursos que son resultado de un primer proceso de transformación para fines económicos y pueden utilizarse en un nuevo proceso de producción. Eso es lo que el artista ha hecho de un modo consistente con monedas acuñadas y el papel moneda.
Las expresiones materiales del dinero operan por convención, es decir, son signos, los sustenta un valor simbólico que respalda su necesidad económica. Monedas y billetes no son únicamente manifestaciones del valor de cambio, son también signos, lo que hace posible interpretarlos, reinterpretarlos y recircularlos, ahora como representaciones artísticas que pueden seguir su participación en el mercado.
La transformación material de billetes y monedas que se integran a dibujos, pinturas, grabados, e incluso materiales básicos del trabajo artístico como la tinta, insiste en que la traducción de valor a otro circuito simbólico no es una pérdida sino una ganancia. Este proceso nos lleva a una zona de indeterminación por demás controvertida puesto que la transformación del dinero en otro bien que no sea su expresión económica es cuestionada como una transgresión al sistema que apuntala. Esta condición también le interesa al artista ya que pone sobre la mesa el valor del trabajo del artista, el cual es invisibilizado y supeditado a su expresión material, la obra de arte.
El otro eje del trabajo de Miguel Rodríguez Sepúlveda está sintetizado en un múltiple que, a pretexto de una publicación, reúne algunas obras de su primera etapa, todas ellas alteraciones físicas temporales, perturbaciones del cuerpo en zonas de las cuales se extraen marcas de identidad de uso institucional. La región del antebrazo, el pulgar, la palma de la mano son marcados de tal manera que alteran la huella digital o expresan códigos y sentencias asociados a la condición individual que manifiesta, en el pensamiento occidental heredado de la Modernidad, la plena ciudadanía, o mejor dicho, el derecho a ostentarla.
Integrados al múltiple como facsimilares, el artista hace un guiño a los procesos tradicionales de la gráfica, salvo que es el cuerpo la matriz en la cual se han contenido códigos y mensajes, ahora impresos en un nuevo sustrato, otra piel, mediante procesos digitales.