Algunos trucos de cámara y supervivencia
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Fotografiando fotos viejas
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Biografía no autorizada decea
-El desierto no es igual siempre, aunque parezca –podría haber pensado el muchacho costeño a golpe de idea. No se sabe si trajo mas cosas de las que se llevó casi 20 años después; tan fácil como llegó un día con tantas promesas y bendiciones. Sabía que el ruido y las manchas de ciudad lo irían cambiando, pero no que serian tan dolorosas como cuando la costa se le fue despintando de la cara, haciéndole la mirada cada vez más y más inquieta. Los primeros años solo fueron la base teatral de un personaje cada vez más “redondo”; lúcido de noche (solamente), rebelde de las responsabilidades vanas, en fin: loco de profesión y de consecuencia. Nunca fue tan niño como para definirse, ni tan adulto como para tener miedo; cargaba mas bien un tesoro de adolescencia que cada vez lo salvaba de la entrega fácil a lo cómodo, de la balsa prefabricada, de las aguas tranquilas del río de sueños que lo arrastró hasta acá. Entonces a la primera o a la segunda marea brava del nuevo mundo saltó al vacío y siguió cayendo. Vinieron las noches de humaredas y desatinos que nos nublaron tanto y a tantos la vista y el habla, pero siempre entonces, como acorazado en su sonrisa, convirtió esas visiones en palabras y viceversa. Fue que lo encontré por primera y última vez; no por que fuera la última vez que lo viera, sino por que ese día lo encontré para siempre, haciendo la fila de la vergüenza (para los que la tienen) de ser lo que se es desde hoy definitivamente. Fuimos nuevos en todo, sin credibilidad, pero si los oficios humanos son incontables, las aventuras mentales son más y esas nos fueron situando de a poco en el entorno que nos escogió como aprendices de nada.
Contracorriente es fácil como palabra, como definición pero no como hecho, mucho menos cuando estas rodeado de buenos deseos. Esos lo sacaron de la locura un tiempo desagradable en que tuvo que hacer patria ajena, trasladarse, trasnocharse, pero al final del arbitrario final sobreponerse, que era exactamente y nada más que volver a empezar. Ahora rodeado de viejos jóvenes y niños adelantados, seguía sonriendo aunque le dolía de veras. Ahora tenia un tema, que es de lo que se trata una historia. Es verdad absoluta que nunca cumplió con sus promesas, pero también, nunca prometió cargar con más de lo que podía, ni poder más de lo que quería. Solo la espera y uno que otro accidente fueron el único sustento de tantos de sus días humanos llenos de calle y de encierro; cuando lo veía siempre lo encontré como reflejo de aspiraciones perdidas y prohibidas para todos los que algún día actuarían de sus más grandes críticos y tutores.En esas comenzó a encontrar algunas piezas sueltas de entre sus orígenes, sin saber a ciencia cierta si esas cabrían o completarían el vasto rompecabezas de arte y destiempo que todavía sigue armando. Encontró niños precoces, inocentes; encontró piedras debajo de las que antes había encontrado preguntas, palabras sueltas en las voces de desaliento, pobreza entre tantas oportunidades, la magia del reconocimiento público, negras noches de blancas paginas sin llenar. Fue cuando se sintió otra vez pequeño y otra vez artista. Ahí comenzó a enseñarnos el arte de vivir hasta lo inadmisible para otros, inmóvil ante la histeria o ante la calma, invisible por y para cada tenue luz de cada lugar donde tuvo que pasar mas de cien noches velando sus amores perdidos (que al final siempre estuvieron vivos pero que el nunca se dio por enterado) sonriendo como en una fotografía de antes o llorando como en un velorio de tristezas.
No podría imaginarme el día que decidió irse, pero creo que fue cuando se enteró que se puede vivir con lo mínimo (pregúntenle) pero que él ya lo tenia casi todo y, en la marea que le enseño el océano y el Caribe y el amor, saltó.
Allí cerró una puerta, abrió una botella de vino, esperó a que amaneciera para rompernos el corazón a todos, nos dijo algo y se fue.El rastro no será fácil de seguir o no por siempre. Ahora que bailará en brazos de otra cualquiera como la que dejó, besará los labios amargos de otros recuerdos, responderá tantas preguntas y olvidará tantos detalles a la puerta del burdel que lleva en su corazón; pasando muchos catorces de febrero tan largos y tan amargos como el primero, tan lejos como para no llorarlos; bien podríamos ir haciendo un epitafio con lo que deja.
Adiós será muy fácil como palabra… pero nunca como ahora… como hecho consumado.
Efraín Sánchez Borges
Poeta y músico
Treinta de diciembre de dosmildos (Cerro Azul, Veracruz)