La Punta del Iceberg surge de incontables tardes de vicios colectivos en bares y cantinas, del ir y venir constantemente de copiosos tarros de cerveza al baño haciendo fila una y otra vez para vaciar la vejiga sobre los hielos que suelen estar dentro de los mingitorios, que supongo son usados para amortiguar los olores, y que parroquiano tras parroquiano va transformándose de acuerdo la intensidad, dirección y temperatura del espumoso y cálido chorro amarillo que los baña constantemente.
Estas pequeñas esculturas efímeras, frías y cristalinas, me recuerdan las dinámicas sociales de las nutrias que hacen meaderos colectivos para crear un lodo oloroso del almizcle de todos y que el grupo entero se embadurna en el cuerpo generando así en cada uno de los miembros un olor que distingue a la manada entera.
La obra es el primer ejercicio de una investigación más amplia que va tomando forma y cambiando de acuerdo a los flujos de las ideas, situaciones y tiempo a partir de momentos de ocio y embriaguez colectiva que se convierten en algo constructivo, ya que “el ocio es la madre de todos los vicios, pero también de todas las artes”, dice por ahí un adagio popular. Esto tan solo es la punta del iceberg.
Miguel Rodríguez Sepúlveda, septiembre de 2012
Especial agradecimiento a mis queridos amigos Julio García Murillo, uno de los curadores de la exposición, por invitarme y al artista Ricardo Atl por prestar el baño de su estudio para realizar el evento durante una fiesta.